¡Finalmente no llegué tarde!
El otro día, como siempre y para no variar salí de mi casa corre y corre para alcanzar el camión de las 830, y hasta eso que siempre lo alcanzo pero ese día, particularmente, lo vi a punto de arrancarse y no pude correr más, casi me le atravieso al camión para que se parara más adelante a un lado de la calle pero no se paró el muy desgraciado, casi me atropella pero no se paró y prosiguió su marcha; entiendo que esos camiones no se paran donde quiera pero si uno trae apurito que le cuesta haberse parado levemente para no haber llegado tarde, además que casi lo abordaba donde debía, solo un poco mas allá.
El caso es que me dio mucho coraje, y le comenté a la boletera lo mala onda que había sido el chofer por no haberse detenido un momento, qué le hubiera costado, ni modo que no me viera, me cayo en el hígado eso, y pues no pude evitar que se me notara el coraje en la cara y que la voz se me entrecortara, cómo era posible que no se parara si a veces sí lo hacen, y me ella me dijo que lo tenían prohibido porque el inspector los reporta si recogen pasaje fuera de; para esto el inspector estaba a un costado, y me estuvo observando. Salí a sentarme en las bancas de afuera, con la impotencia de llegar media hora tarde a mi trabajo, y sintiéndome como cucaracha por loser, por no haber llegado un minuto más temprano o no haber puesto una bomba molotov para que se parara el chofer (qué exageración pero traía mucho coraje ji), y salí a sentarme afuera a esperar que llegara el siguiente rápido que no sería hasta las 9 (yo entro a las 920 y el camión hace 25 minutos, pónganle media hora).
Al momento salió el inspector, un hombre de unos 35 años mas o menos, cabello entrecano, ojos claros y de un aire tranquilo, protector e inteligente. De los que da la impresión que siempre sabe qué hacer ante todo.
Se sentó en cuclillas a un lado de mi banca y me preguntó si tenía mucha prisa por llegar, le dije que claro que sí, iba nada menos que a mi trabajo,
–Cuantas veces has llegado tarde? Me preguntó.
–...Pues casi ninguna.
–Siempre hay una primera vez, no te preocupes tanto, tus jefes deben de entender que vives fuera y a veces no se puede controlar todo.
–Sí pero hubiera podido alcanzar ese camión si solo el chofer hubiera sido un poco mas buena gente.
–¿Sabías que si ese camión se hubiese detenido, yo habría anotado una sanción contra el operador? Tienen prohibido recoger gente fuera de las paradas oficiales sin que el boleto sea comprado aquí.
–Sí pero cuando le hice la parada casi era aquí, y debe haber un momento de tolerancia, además que sí lo han hecho otras veces otros choferes, y debe ser pareja esa regla, repliqué, mientras aun tenía cortada la voz y no pude evitar (y me odio por eso) que unas lágrimas resbalaran en mis mejillas, aun de coraje mezclado con decepción, por mas esfuerzo que hacia para que no lo notara, fue inútil.
–Tienes que aprender a controlar tus reacciones (a ciencia cierta no sabía si lo decía por mis leves lágrimas, por mi coraje, o por las dos cosas, pero me sorprendió que me hablara de esa manera alguien que apenas conocía unos segundos atrás, con una serenidad pocas veces vista, me habló como lo hiciera un amigo, un hermano, no sé, alguien que demuestra aprecio e interés auténtico),
–Sí, respondí.
–A veces no salen las cosas como uno espera y tienes que aceptarlo.
Me pidió que me recorriera un poco para poder sentarse a un lado, y seguimos charlando relajadamente, se alegró cuando me vio sonreír y verme más como realmente soy; me mostró su gafete y se presentó formalmente, poniéndose a mis órdenes de la manera mas cortés; se pasó la media hora como agua, cuando menos pensamos llegó el siguiente autobús.
–Te diré algo, ojalá el chofer de ese camión sea accesible porque voy a hablar con él y le voy a decir que entre por el puente Cielovista y para que te pueda dejar justo en tu trabajo, así no llegarás tarde, qué te parece?
Yo no cabía de gusto, luego me dio la cruda moral, ojalá hubiera sido un poco mas tolerante, las cosas, como bien dijo, a veces suceden como suceden y no es culpa de nadie; simplemente hay que vivir al paso y aprender a manejar la situación como se presenta. Pero ni modo, a veces los instintos primarios no los manda el cerebro, precisamente.
Habló con el chofer, que no saltó de gusto ante la petición de cambiar su ruta establecida, pero aceptó de buena gana.
Nos despedimos y me reiteró su ofrecimiento de cualquier cosa que necesitara. Me propuso que me fuera en el asiento del copiloto del autobús –ya que me iba a bajar antes-, y se despidió amistosamente.
Y he ahí que me fui en primer asiento del autobús, pensando en cómo hay gente que cambia el mundo día a día, haciendo la diferencia, llegando mas allá de lo que es su simple obligación laboral; como él debe haber muchos que cambian el destino. Ese día no llegué mas tarde de los cinco o diez minutos usuales, el autobús me dejó a las 925 en donde tenía que estar.
Y ese hombre fue una bocanada de aire fresco para mis reacciones locas. Es atractivo, lo admito, pero mi aprecio por él no se basa en eso... es de las pocas personas que su forma de ser devora al físico, que pasa a segundo plano.
Y finalmente, no llegué tarde...
2 Opiniones:
Un bálsamo para el alma :)
Es atractivo, lo admito, pero mi aprecio por él no se basa en eso...<--- huh? si como no... jejeje ntc :P
De veras!! mi grado de evolucion es mayor a eso.
jejeje.
Publicar un comentario
<< REGRESA A LA CABINA